Las fotografías de este trabajo son un testimonio de la riqueza y diversidad de los oficios tradicionales. 
Es un llamado a la acción, para proteger estos saberes y prácticas ancestrales. 
Las nuevas formas de vida y consumo están abocando al olvido a todos aquellos oficios manuales que requieren esfuerzo, tiempo y dedicación.
Con este proyecto, se pretende dar visibilidad a todos esos oficios que se encuentran en peligro de extinción con el fin de encontrar un relevo generacional.


La historia hay que atestiguarla. Ser testigos no es suficiente.











Selito, el último alfarero de Faro.

Selito, el último alfarero de Faro
El 31 de julio de 2022, una explosión de gas destruyó el último horno de cerámica de Faro, marcando el final de una tradición alfarera que se remontaba al siglo XI. Selito, uno de los últimos alfareros de Faro, pertenece a la tercera generación de una familia dedicada a este oficio desde el siglo XVIII. 
La cerámica de Faro es única en Asturias.  Tiene característico color negro, fruto de la composición del barro local, rico en óxidos de hierro y magnesio, que se solidifican en la cocción. Sus fuentes, barbones, y otros utensilios fueron durante siglos parte esencial de la vida cotidiana. Sin embargo, la industrialización y el cambio de hábitos condenaron poco a poco este arte
Estas fotografías documentan la última pieza que Selito realizó 
Aunque no volverá a la profesión, su historia y maestría quedan inmortalizadas como un testimonio del esfuerzo por preservar nuestro patrimonio y un homenaje a la cerámica de Faro, una joya de la alfarería asturiana.

 📍 Faro, Oviedo. Asturias

​​​​​​​


Friedrich Bramsteidl, el último maestro herrero de mazo.  

Un oficio enmarcado en un lugar tan ancestral, que da la sensación de volver atrás en la historia. Según entras, ya tienes la sensación de estar viajando en el tiempo.

Éste mazo del S XVIII se restauró en los años 90 y es de los pocos del mundo que aún siguen activos.
Originalmente se usaba para convertir bloques de hierro (de la zona) en láminas, de ahí que el punto de golpeo del mazo esté situado a ras de suelo.
Tras perder ese uso, debido a la introducción de los altos hornos, el mazo de fue dejando de utilizar y con ello también se fue deteriorando. Tras una rehabilitación en los años 90, el Principado buscó a una persona profesional e interesada en continuar el legado fijando aquí su trabajo y su residencia.

Friedrich, maestro herrero Austriaco, es la sexta generación de herreros de su familia. Tras una vida casi nómada fijó su residencia en Galicia, en donde montó su primer taller.
Se postuló para el puesto de maestro herrero en cuanto escuchó la noticia.

No fue fácil aprender esta nueva manera de trabajar y de mantener activo el mazo que aún tiene sus achaques.
Actualmente forma a otros 3 herrer@s que serán el próximo relevo generacional.

📍 Mazonovo, Taramundi. Asturias
César, Pastor de Corderu Xaldu
El corderu Xaldu, es una raza de oveja más antigua de Europa  y  autóctona asturiana, que se encuentra en grave peligro de extinción.
Se sabe con seguridad que los astures allá por la Edad de Hierro, ya pastoreaban estas ovejas descendientes del muflón y pertenecientes al tronco celta “Ovis aries celticus”.

Una raza fuerte, de tamaño medio y densa lana (muy apreciada por las hilanderas artesanas). Es ágil, vivaracha y muy andarina. Las hembras son grandes madres que nunca se separan de sus crías.

Se fue dejando de criar por diversas causas: Plantaciones de especies foráneas en los bosques, fin de la vecera (pastoreo comunitario) y sustitución de esta raza por otras más lecheras (letxa, carranzana..)

Al punto de que en 1982 solamente quedaban unos 800 ejemplares en todo el territorio asturiano. En 1992 cuando la raza ya se encontraba en un punto crítico  de unos 100 ejemplares,  nace la Asociación de Criadores de Oveja Xalda (ACOXA) que desarrolla la ardua tarea de recuperación y documentación de la raza y el libro genealógico.

 A día de hoy hay aproximadamente medio centenar de pastores que aún crían esta raza, en extensivo y ecológico.
César es uno de ellos.
De Mayo a Diciembre pastan libres por los montes de Peñamellera Alta (doy fe de ello, ya que en la primera visita por el mes de Octubre, tras caminar una hora por el monte, no dimos con ellas jjj)

En Diciembre las baja al terreno más cercano al pueblo de Ulles y todos los días las atiende mañana y noche.
Las separa según tengan crías o no, y las va cambiando de prados y cuadras para que se alimenten de hierba fresca y duerman en la cuadra mas adecuada a su situación.

He podido constatar lo duro que es ser pastor. Cuántos kilómetros se caminan por el monte independientemente del clima, y de los pesos que hay que cargar a hombro debido a lo escarpado del terreno.
Un trabajo duro que deja muy poco tiempo libre para uno mismo, ya sabemos que en los días festivos, los animales también comen.

Alfonso, el último madreñero.

Este oficio ha sido uno de los más difíciles de documentar.  No porque falten madreñeros (que los hay), sino porque la mayoría ya no elaboran.

Alfonso es uno de esos madreñeros jubilados que aún sigue en activo. Su padre. Arsenio Lorenzo, regentó uno de los talleres más importantes de Asturias. "Él si era un madreñero de verdad; hacía las madreñas a mano, desde el trozo de madera inicial hasta la talla y pintado final. Comenzó con 12 años y se retiró a los 87" comenta.
Alfonso, empezó a ayudar a su padre tas regresar de la mili, encargándose de los pasos finales de la elaboración (labor que aún realiza).
Ahora, con tan solo unas horas al día, produce unos 15 pares al día, que vende en tiendas agropecuarias, de artesanía y en los pueblos.

En su taller atesora más de 2000 pares. "Sólo se acuerdan de les madreñes cuando llueve" Comenta riendo "Ahí es cuando el teléfono no para de sonar".

No sabe cuando dejará finalmente el oficio: "Cuando deje de gustarme, dejaré de venir" "De momento me presta, por eso sigo aquí"
Ve complicado el relevo generacional, ya que como él comenta "E muy difícil vivir de éste trabajo. Hay que echar muchas horas para tener un buen sueldo. No creo que ningún chaval joven quiera dedicarse a esto".

Hay pocos oficios en Asturias tan arraigados a nuestra cultura como lo es éste, y es muy triste ver como en pocos años, estas fotografías ya sólo serán recuerdo.

Maruja, 94 años.  Artesana del frivolité.

El 22 de Julio de 1930 nace Maruja, en el seno de una humilde familia. Queda huérfana de padre y madre con tan sólo 3 años, y tanto ella como sus hermanos son llevados a un orfanato. No tardarán en separarlos. Ella a un horfanato de chicas, ellos con los chicos. Allí las monjas le enseñarán "labores domésticas" entre ellas el Frivolité.

Huérfana y marcada por la guerra, encontró en esta técnica un refugio y una forma de expresar su creatividad.

El frivolité o encaje de lanzadera, tiene su origen en el Siglo XIII cuando Marco Polo trae de oriente la técnica del MAKUK, que evolucionó, usando hilos más finos, hasta convertirse en el encaje que conocemos a día de hoy.

Maruja, es la artesana viva más antigua de esta tradición, y aún hoy, con una paciencia infinita y una asombrosa destreza, crea intrincados diseños utilizando una simple lanzadera (cuellos, broches, tapetes, pendientes... )

Sus obras son un testimonio de la unión entre historia y artesanía.

Isma y Javi. Artesanos del azabache

El azabache asturiano, un mineral místico y casi exclusivo, es considerado uno de los mejores del mundo. Este “oro asturiano” no solo es un símbolo de identidad cultural, sino también el resultado de años de dedicación y maestría en la artesanía.

Desde 1997, Javi e Isma han dado vida a este material, tallando a mano cada pieza con herramientas que muchas veces fabrican ellos mismos. Su trabajo no solo refleja una profunda conexión con la tradición, sino también un compromiso inquebrantable con la calidad y el detalle.

En un mundo donde la extracción del azabache se ha vuelto limitada, su oficio enfrenta desafíos constantes. Como comenta Javi, “No hay manera de saber a ciencia cierta si el mineral que compramos tiene un origen 100% asturiano”, resaltando la importancia de un sello distintivo de calidad que aún no existe.

Un oficio en el que descubrí el cariño y la delicadeza que ambos ponen en cada creación, ya sean diseños originales o piezas personalizadas para sus clientes.

Para esta serie elaboraron una de las piezas más icónicas de la artesanía azabachera asturiana: la "cigua" o "mano negra", que es el amuleto asturiano por excelencia. Usado contra el mal de ojo (y que sólo funciona si te la regalan).

Se cree que la “cigua” defiende del mal a quien la lleva puesta y que ésta se rompe cuando hace efecto.
Jose Luis, pastor elaborador de Gamonéu del Puerto

El queso Gamonéu del Puerto está considerado como uno de los mejores del mundo y de los más escasos. Actualmente sólo quedan 3 pastores que lo elaboren.

Las 3 variedades de leche con las que se elabora proceden del ganado que pasta libre por los montes de los Picos de Europa a más de 1000 metros de altitud.

Jose Luis que tiene menos de 30 años, es uno de los pocos pastores que aún elaboran en la zona.
Retomó el oficio de su abuelo y en la actualidad ejerce la trashumancia con sus 200 ovejas, 70 cabras y 25 vacas, que le proporcionan la materia prima para elaborar esta codiciada joya gastronómica.

Se ordeña a diario y a mano "No se usan máquinas, no sale a cuenta" Tras ordeñar, se junta la leche en la cuba con el cuajo y se deja reposar un día, para que los fermentos empiecen a trabajar.

A partir de ahí se rompe la cuajada, se coloca en moldes y cuando ya endurece un poco, se salan.
Tras un ahumado con leña de haya se suben en mochilas a las cuevas de los Lagos de Covadonga.

Más de 2 meses permanecen los quesos en la cueva madurando, en los cuales cada pocos días hay que voltear y limpiar para asegurar una maduración homogénea. Un trabajo duro al que cada vez le quedan menos adeptos.

El futuro del queso está en peligro. La amenaza del lobo, la dureza del trabajo y la falta de relevo hace que quizás esté oficio, tenga los días contados.
Montse, Videoclub85

"El último refugio del celuloide en Gijón"

En un rincón de Gijón, donde el tiempo parece haberse detenido, se encuentra el último videoclub de la ciudad y posiblemente de toda Asturias.
Tras sus puertas, Montse, custodia un tesoro cinematográfico que resiste al paso del tiempo y a la era streaming.

Inaugurado en 1985, este pequeño universo de los cinéfilos, ha sido testigo de la evolución del cine y de las costumbres de varias generaciones. Hace años, ella y su compañero tomaron las riendas de este negocio, convirtiéndolo en un espacio acogedor donde los amantes del cine pueden perderse entre miles de títulos.
Más que un simple alquiler de películas, el Videoclub85 ofrece una experiencia única.

Además de su inmenso catálogo, que incluye desde clásicos del cine hasta las últimas novedades, cuenta con una sala donde los clientes pueden disfrutar de sus películas favoritas en pantalla grande, como si de una pequeña sala de cine se tratara. Y para completar la experiencia, no faltan las palomitas recién hechas, las golosinas y los encurtidos...

Éste videoclub se ha convertido en un símbolo de resistencia frente a la obsolescencia programada y la homogeneización cultural.
Un lugar donde se respira pasión por el cine y se cultiva el amor por las historias. Un espacio donde el tiempo se detiene y donde podemos reencontrarnos con las películas que nos marcaron.

En las fotografías Montse posa junto a una de las películas más apreciadas por sus clientes: "Volver a empezar" de José Luis Garci, rodada en Gijón.

Esta imagen es un homenaje al cine español y a la importancia de preservar nuestro patrimonio cultural y social de nuestras ciudades y barrios.

Jomán, Talabartero

Seguro que tod@s en casa tenemos un bolso de cuero, una cartera, un llavero elaborado por un talabarter@. "Aún así, este oficio ya no da para vivir bien", me dice Jomar.
Su tienda lleva más de 20 abierta y también apostó por el comercio online (donde genera la mayoría de los ingresos). También creó un canal de YouTube con tutoriales sobre cómo trabajar el cuero.
En su día a día, lo mismo restaura un bolso de Prada que un antiguo baúl heredado del abuelo.

Aprendió el oficio hace tiempo y en cada viaje nuevo, conocía otros artesanos que le pasan sus conocimientos.

-"Si alguien viene y quisiera comprar el negocio, le diría que no lo hiciera, que se lo piense muy bien, esto ya no da para vivir."
"Mis hijos afortunadamente estudiaron y tienen otros oficios. No me gustaría que tuvieran que dedicarse a esto". Así de rotundo es cuando se habla de relevo generacional.

Si negocio es uno de los pocos supervivientes de la mítica calle El Rosal, en Oviedo.
Teté, la última redera

"El día que no haya rederas dejaréis de comer pescado". Así de tajante se muestra Teté cuando le pregunto si habrá relevo generacional.

Treinta años lleva Teté cosiendo redes en el puerto de Lastres.
"Yo soy un caso especial, nunca tuve familia pesquera, mi padre era carpintero". «Hice un curso y ya nunca dejé de coser redes», sonríe.

Llegó al pueblo pesquero por primera vez para ayudar a su hermano, que tenía un bar, y «conocí a un pescador, me casé y ya me quedé. Él fue el que me acercó al mar y a las redes».

Por aquel entonces había muchos barcos de red de cerco «Con el tiempo se fueron desguazando muchos barcos y tuve que diversificar el trabajo y comenzar a armar aparejos de bajura», relata.

«El problema es que este tipo de labor no es tan rentable, se cobra por piezas, a 17 euros, y en 8 horas puedes hacer una y media»
Una red de bajura puede llegar a costar 16.000€, por lo que este trabajo de reparación es indispensable para cualquier barco.

Algunos barcos ya incorporan a una persona (generalmente hombre) que va reparando los pequeños trozos que rompen, pero si la rotura es grande, eso sólo se puede hacer en tierra entre varias personas.

"Antes aquí se reparaban las redes de unos 10 barcos, ahora sólo queda uno".

La redera lamenta que «sigue habiendo trabajo, pero no es rentable». Este es el principal motivo que le llevó hace nueve años a poner en marcha una tienda en el mismo puerto , en la que cose las redes cuando el buen tiempo no acompaña.

Costales recibió el año pasado el Premio Mujer Rural por su implicación en formar a nuevas generaciones.

Hay que buscar la manera de que sea un trabajo rentable, para que pueda haber relevo generacional. «Aunque haya un solo barco tiene que haber una persona que repare las redes».

Humberto, ebanista.

Humberto, ebanista

Desde niño, Humberto sintió una conexión especial con la madera. A los ocho años armado con una navaja, "destrozaba restos de madera" del taller de su padre para convertirlos en pequeños piezas. Aquellos palos tallados por sus pequeñas manos, eran los primeros esbozos de una pasión a futuro.

Un infarto fue el detonante de una nueva etapa. Su primera pieza, un corazón con el escudo del Real Madrid, fue un regalo para su compañero de hospital. A partir de ese momento, la madera se convirtió en su terapia, en su forma de expresar emociones y conectar con los demás.

Sus creaciones fueron evolucionando: un reloj de pared que marca el ritmo de sus nuevos días, un dragón en relieve y, la joya de la corona, un hórreo que rinde homenaje a sus raíces. Construido con la madera de la habitación de sus padres y adornado con 2200 tejas, este hórreo es mucho más que una simple construcción: es un símbolo de su pasado, presente y futuro.

Ahora, Humberto busca transmitir su pasión a su hijo, quien a sus ocho años ya da sus primeros pasos en el mundo de la ebanistería. Pequeños botes de lápices y juguetes son las primeras obras de un legado que espera perdure en el tiempo.

Más allá de un hobby, la ebanistería es para Humberto una forma de desconectar del estrés diario. Con cada pieza que crea, no solo da forma a la madera, sino que también moldea y evoluciona, personal y profesionalmente. Y es que, en cada veta, va la esperanza de un artesano que espera seguir viendo su oficio vivo generación tras generación.

Manolo, reparador de máquinas de coser.

Manolo 85 años.

Manolo rondaba los 30 cuando decidió poner su propio negocio de máquinas de coser. Cuando iba a venderlas le llevaban las viejas para reparar. Poco a poco, reparaba más de lo que vendía. Aprendió a restaurar, y a día de hoy atesora unas 300 que se fue quedando tras la restauración.
Las nuevas formas de venta online y el auge de la ropa barata están acabando con el negocio. "La gente ya no cose, no compensa. Ahora compras la ropa hecha por cuatro duros, y cuando rompe ya no se repara, se tira" me contaba, "ahora sobrevivimos reparando las pocas máquinas que aún se usan".

Hace años que se jubiló, pero volvió al negocio por no verlo cerrado. La fortuna quiso que Liliana (Colombia) se cruzará en su camino. Él la enseñó a restaurar, reparar y a vender. Ella será quien coja el relevo generacional del negocio.


Laura, restauradora

Vidrio soplado:   La magia de un arte milenario

Es una técnica artesanal, Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, que se sigue elaborando igual que lo intentaron los romanos.

El vidrio es sometido a una alta temperatura hasta que se vuelve flexible y es en ese momento, cuando soplando a través de él se le puede dar forma.

El manejo es muy difícil, se requieren de un montón de años para poder elaborar algo.

Hacía tiempo que buscaba a un artesan@ del vidrio soplado asturiano y no fui capaz de dar con ninguno, hasta que un día, de casualidad, me encontré con éste puesto en el mercado medieval de Avilés.

Ahí estaba lo que yo buscaba y además con un vendedor tan amable, que hizo una demostración completa para que pudiera documentarlo.
Hermanos Argüelles, maestros toneleros.

En las entrañas de Breceña, en Villaviciosa, donde la madera respira la historia de siglos, se encuentran los últimos maestros toneleros de Asturias y de los 3 últimos del mundo.

Estos artesanos, los hermanos Argüelles esculpen cada tonel como si de una pieza de artesanía se tratara.

El aroma de la madera recién cortada, el sonido del martillo golpeando el metal, la textura rugosa de las duelas... Todos los sentidos despiertan en este proceso de elaboración que va desde el corte y secado del roble (puede tardar hasta 2 años).

Tras cortar la madera en tableros, se elabora un croquis con las medidas que tendrá el tonel, a continuación, se miden y corta la primera duela. Las siguientes serán una réplica de la primera.

Cada duela es cuidadosamente limada y ajustada para garantizar un ensamblaje perfecto.
Una vez unidas con los aros provisionales, se someten a la acción del fuego y del agua, que las ablanda para poder "domarlas".

Serán unidas con la ayuda de un torno, y después se elaborarán los aros finales, moldeándolos a mano, se agujerean para poder colocarles el remache que los mantendrá unidos y permitirá cierto movimiento cuando la madera crezca y mengüe.

El tonel ya terminado se vuelve a colocar al fuego, ésta vez para darle el tostado final que irá a gusto del cliente y que dependerá del producto final que vaya a contener.

A sido una gozada ver a José y Carlos trabajar tan unidos y con tanto mimo por lo que hacen.

Siguen sin encontrar un relevo generacional, y si no aparece, esta tonelería que ya montó su padre hace más de 40 años, tendrá que echar el cierre.


Álvaro, el paragüero de cuatro generaciones

En el corazón de Gijón, junto a una tienda que atesora casi un siglo de historia, encontramos a Álvaro. Cuarta generación de una saga familiar dedicada al mundo de los paraguas, Álvaro ha heredado un legado que comenzó su bisabuelo en 1930.

En aquellos años, la tienda era una pequeña fábrica donde se fabricaban y reparaban paraguas. Los clientes acudían a este taller artesanal para comprar y arreglar sus paraguas, un servicio que, aunque cada vez menos demandado, sigue formando parte de la oferta de Álvaro.

El negocio ha evolucionado con el paso de las generaciones. De su bisabuelo a su abuelo, de sus tíos a su madre y ahora a él, la tienda ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos. Hoy en día, la venta de paraguas y accesorios es la principal fuente de ingresos, aunque la reparación sigue siendo un servicio muy valorado por los clientes más fieles.

La pasión por los paraguas ha llevado a Álvaro a expandir su negocio. Además de la tienda original en Gijón, cuenta con otro establecimiento en Oviedo, lo que demuestra su compromiso por mantener viva esta tradición familiar.

A pesar de su éxito, Álvaro reconoce la importancia de encontrar un relevo generacional para garantizar la continuidad del negocio. Con una sonrisa pícara, comenta: "Aunque para eso primero tengo que encontrar mujer".

La historia de Álvaro y su tienda es un ejemplo de cómo un negocio familiar puede perdurar a lo largo de las generaciones, adaptándose a los cambios del mercado sin perder su esencia.

Pelayo, el último barquillero de España

Pelayo, el último barquillero.

No se equivocaba la BBC cuando hace unos años, le dedicaron un reportaje. Pelayo es el último barquillero del mundo y no es de extrañar, ya que el suyo es un trabajo sacrificado como pocos.

A las 5 de la mañana ya está en pie y poco después comienza a elaborar. Hace la masa (secreta) y va elaborando los barquillos en las antiguas sartenes como las que usaba su abuelo, allá por el 53.
A eso de las 10 su mujer y su cuñada suben a ayudar en el proceso: recortan minuciosamente cada borde, untan con una mezcla de mieles aún calientes los barquillos y los colocan en bloques de 6. Después va el corte, a serrucho, como toda la vida, y tras eso hay que encajarlas en el maletín como si de un Tetris se tratara. Cada maletín lleno pesa unos 30 kg.

Tras comer algo, baja a la playa de Salinas a vender hasta las 7 y 8 de la tarde.
También es frecuente verlo por el centro de Avilés y por todas aquellas fiestas que muevan gente.

Guillermo, como así se llama, es el 4° de la generación de los barquilleros Pelayo (es el apellido que los une).

Creo que todos tenemos en nuestro recuerdo el ir al mercado o a la playa siendo niñ@s y encontrarnos con el barquillero. Yo aún recuerdo aquel olor tan característico que los hacía irresistibles.

Gracias al esfuerzo y la dedicación de esta familia, aún podemos disfrutar de algo tan delicioso y arraigado a nuestra niñez.

El abuelo Pelayo, primer barquillero       28-07-1953

Back to Top